miércoles, 30 de enero de 2013

Lucha de mandingos y la guerra civil.



Todo comienza en una noche fría, en un bosque congelado, en el cual una serie de personajes, tan estrafalarios como se esperaría en una cinta de este calibre se nos muestran desfilando.
Dos hombres a caballo, escoltando a varios esclavos. Sus siluetas se forman en contraste con los arboles, y el frío se marca en el aliento que sale de su respiración, de su cansancio.
Hasta ese momento (los primeros cinco minutos, créditos iniciales) el tono es serio.
Nos encontramos en algún lugar de Texas, dos años antes de la guerra civil.
Entonces el alemán irrumpe en la escena, la cabeza del caballo explota y el tono cambia radicalmente.
Y el espectador se da cuenta a lo que va, al absurdo del asunto: Una película de Quentin Tarantino. Una película tan creativa como incorrecta, con soundtrack memorable incluido (en este caso con canciones de John Legend, Johnny Cash y Ennio Morricone, muy recomendable).
Dicha escena es el detonante de la relación entre el esclavo Django (llamado Freeman, en una referencia por demás cómica) interpretado por Jaime Foxx y el caza recompensas y dentista King Schultz, interpretado por el talentosísimo Christoph Waltz.
Hago aquí un apartado para hablar de Waltz, y de su personaje, sin duda el más fascinante de la historia.
Aquí se deja ver el cariño y la admiración que Tarantino profesa hacia Waltz, y no hay duda de que dicho personaje fuera escrito enteramente para él.
Hay diálogos y situaciones que solo en manos de Waltz pudieron ser tan geniales como resultaron, y en este punto el actor irradia carisma, talento, quizá demasiado.
Si hay justicia en este mundo Christoph Waltz ganaría el Oscar (de nuevo) pero eso esta por verse.
King Schultz libera a Django por sus propios intereses, la búsqueda de una pandilla, de la cual el esclavo conoce su ubicación.
En este punto, el personaje de Schultz y su presencia hacen que la cinta se desarrolle de la manera correcta, es el gancho narrativo dentro de la misma.
Después de terminar el trabajo y con una secuencia simplemente hilarante (y caricaturesca) en la cual se presentan los primeros Ku Klux Klan, Schultz se siente responsable por el destino de Django.
Entonces intima con el esclavo, y conoce sus intereses: encontrar y liberar a su esposa, Broomhilda (Kerry Washington).
Es la ayuda que Schultz le ofrece a Django la que hace que siga habiendo una historia.
A estas alturas, la cinta irradia sentimentalismo, en las dosis adecuadas (claro, si es una película de Tarantino).
Después de una búsqueda infructuosa, el premio final es un club donde se practica el deporte (por así decirlo) de la lucha de mandingos, una pelea a muerte entre esclavos.
El mayor admirador de dicho deporte: Calvin Candie dueño de la plantación de algodón conocida como Candyland. Este papel recae en Leonardo DiCaprio, la encarnación del mal.
Obviamente es el rival a vencer, y Tarantino nos lo presenta como uno de los tópicos más interesantes de la cinta.
Son curiosas las reacciones que la sociedad tiene al mostrar a un esclavo libre como Django, pero la opinión de Candie con respecto a los esclavos es quizá el punto más alto, y por demás el más monstruoso que se muestra en toda la cinta.
Mucho se ha dicho y aun se dirá con respecto al discurso de Candie, sobre el cráneo de los africanos, y que sale a raíz de la frenología.
Es por otra parte, el personaje más estilizado, y uno de los mejores que Tarantino ha creado. El villano perfecto, vaya.
Su secuaz (todo villano perfecto debe de tener uno) es Stephen, interpretado por el Samuel L. Jackson.
Al igual que King Schultz, Stephen está hecho para que su presencia amerite que haya más historia, que se desarrolle de la manera correcta, en este punto, cuando Django y Schultz se dan cuenta de que Broomhilda se encuentra en Candyland. Y Stephen se da cuenta de sus intenciones.
A raíz de esto sigue la matanza (sin entrar en detalles) y con escenas de suspenso que solo podrían ser confeccionadas por Tarantino.
Es curioso dicho pensamiento, que hay situaciones, diálogos, pensamientos y personajes que solo pudieron salir de la mente de Tarantino.
Esta es una cinta que ha generado polémica, y más que nada entra la riña que Spike Lee (al parecer una película de negros no es buena si no la dirigió él) ha buscado con el director.
De cualquier manera, es esa irreverencia, el golpear en lugar de saludar, lo que hace que Tarantino sea tan respetado dentro de la industria.
Si la película no fuera tan ruidosa, no sería ni una pizca de buena a como resulto. Y no sería Tarantino, de igual manera.
Claro que habrá delicados que lo tomen a ofensa, que no se sentirán preparados para la propuesta y alternativa aquí presentada.
No solo en el pensamiento, también en el estomago, desde luego. ¿Realmente puede salir tanta sangre del cuerpo de una persona?
Como sea, para “políticamente correctas” hay varias mata-neuronas en la sala de al lado, con infinidad de explosiones. Siempre las habrá.
Pero la alternativa allí esta, por incomoda que resulte hasta cierto punto, y ya es cosa del espectador como tomarla.
Adolfo Nuñez Jurado

1 comentarios:

© Cinefilias 2012 | Blogger Template by Enny Law - Ngetik Dot Com - Nulis